Ainara, que ahora tiene 5 años, nació con 26 semanas y 840 gramos. Su hermana Alicia con 950 gramos estuvo luchando, hasta que a la semana de nacida no pudo continuar y falleció.
Nuestro embarazo fue muy deseado, por medio de fecundación in vitro me quedé de mellizas. Todo fue perfecto hasta que a las 26 semanas se rompe la bolsa. Al ir por urgencias intentan pararme el parto, pero fue imposible y a las 24 horas me hacen cesárea urgente. Nunca olvidaré el temor de esas horas donde ves que todo pasa muy rápido y que tus hijas van a nacer sabiendo que son muy pequeñas.
A partir de ahí mucho miedo e incertidumbre. Al realizarme cesárea no pude ver a mis hijas hasta dos días después y nuca olvidaré ese momento. No pude parar de llorar al ver a mis hijas tan pequeñas, llenas de cables y en una incubadora sin poderlas tocar. A partir de ahí una lucha constante de mis campeonas y nosotros acompañando por medio de caricias, susurrándoles que sus padres estaban allí dándoles mucha fuerza. Pero nuestra hija Alicia, tras su tercera hemorragia pulmonar no pudo continuar y la perdimos a la semana de nacida.
No puedo describir ese momento con una sola palabra, solo puedo decirles que fue como si el corazón se rompiese en pedazos. Despues de ese duro día tocó recomponerse y seguir la lucha junto a Ainara. Fueron tres largos mese de ingreso donde aprendimos nosotros mucho más de Ainara que ella de nosotros. Disfrutamos cada pequeño momento: cada paso de su evolución, poder cogerla en método canguro, cantarle, acariciarla y contarle lo maravillosa y fuerte que era.
El momento en el que cogí a mi hija por primera vez fue el momento más emocionante que he tenido en mi vida, sobretodo porque al cogerla recordé a su hermana que por desgracia no tuve la oportunidad de vivir ese momento con ella.
Cuando contemplo a mi hija veo una niña maravillosa, única, feliz, de la que aprendí y sigo aprendiendo miles de cosas cada día. La experiencia que hemos vivido ha sacado lo mejor de nosotros y sentir por ella un amor infinito e incondicional.