Después de unos meses de ilusión, planes, sueños y preparativos, bastó una llamada que recibí al trabajo para entrar en la peor pesadilla.
Mi mujer, Jessica, estaba de parto con solamente 28 semanas de gestación. A partir de ese momento, un 20 de mayo hasta meses después, sólo sentiría miedo, tristeza, desconsuelo…
Hugo nació mediante una cesárea de urgencia el 21 de mayo de 2017 con un peso de 1.090 gramos y 37 centímetros de altura. Al salir del quirófano, pude ver el diminuto tamaño de su cabeza, fue lo único que atisbo a ver a través del cristal de la incubadora.
Horas después, me encontré una madre sin su pequeño, desconsolada, dolorida pero no derrotada.
Y, aquí, comienza una ardua batalla, una batalla que dura hasta el 1 de agosto, día del alta hospitalaria de Hugo.
Días plagados de muchísimas complicaciones y bajones de ánimo. Donde un día Hugo mejoraba y te armabas de optimismo, pero al día siguiente te daban malas noticias y afloraba el desánimo.
Uno de los primeros momentos de alegría, fue al hacer Jessica el primer piel con piel, sentirlo pegado a ella, aunque también estuvo cargado de tristeza al verlo tan pequeño e indefenso.
Después de meses de lucha, tensión y miedo, de repente, me veo en casa con mi mujer y mi hijo sano y fuerte.
Me siento a mirar como lo amamanta y descubro la felicidad de ser padre.
Nuestra historia tuvo un final feliz, gracias a la lucha de Hugo y al magnífico equipo de profesionales de la UCIN Neonatal y de Cuidados Medios del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria.